martes, 4 de noviembre de 2008

Cantos escolares. Los niños mártires de Chapultepec

?Como renuevos cuyos aliños

un cierzo helado destruye en flor

así cayeron los héroes niños

ante las balas del invasor.


?Fugaz como un sueño, el plazo

fue, de su infancia ideal;

mas los durmió en su regazo

la Gloria, madre inmortal.


Pronto la patria querida

sus vidas necesitó,

y uno tras otro la vida

sonriendo le entregó.


En la risueña colina

del Bosque, uno de otro en pos

cayeron, con la divina

majestad de un joven dios.


¿Quién, después que de tan pía

oblación contar oyó,

a la Patria negaría

la sangre que ella le dio?


Niñez que hallaste un calvario

de la vida en el albor:

que te sirva de sudario

la bandera tricolor.


Y que canten tus hazañas

cielo y tierra sin cesar,

el cóndor de las montañas

y las ondas de la mar...

El retorno

"Vivir sin tus caricias es mucho desamparo;

vivir sin tus palabras es mucha soledad;

vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro,

es mucha oscuridad..."


Vuelvo pálida novia, que solías

mi retorno esperar tan de mañana,

con la misma canción que preferías

y la misma ternura de otros días

y el mismo amor de siempre, a tu ventana.


Y elijo para verte, en delicada

complicidad con la Naturaleza,

una tarde como ésta: desmayada

en un lecho de lilas, e impregnada

de cierta aristocrática tristeza.


¡Vuelvo a ti con los dedos enlazados

en actitud de súplica y anhelo

-como siempre-, y mis labios no cansados

de alabarte, y mis ojos obstinados

en ver los tuyos a través del cielo!


Recíbeme tranquila, sin encono,

mostrando el deje suave de una hermana;

murmura un apacible: "Te perdono",

y déjame dormir con abandono,

en tu noble regazo, hasta mañana...

Está bien!

Porque contemplo aún albas radiosas

y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas

en que tiembla el lucero de Belén,

y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas

gracias, ¡está bien!


Porque en las tardes, con sutil desmayo,

piadosamente besa el sol mi sien,

y aun la transfigura con su rayo:

gracias, ¡está bien!


Porque en las noches una voz me nombra

(¡voz de quien yo me sél), y hay un edén

escondido en los pliegues de mi sombra:

gracias, ¡está bienI


Porque hasta el mal en mí don es del cielo,

pues que, al minarme va, con rudo celo,

desmoronando mi prisión también;

porque se acerca ya mi primer vuelo:

gracias, ¡está bien!

Amiga, mi larario está vacío

Amiga, mi larario esta vacío:

desde que el fuego del hogar no arde,

nuestros dioses huyeron ante el frío;

hoy preside en sus tronos el hastío

las nupcias del silencio y de la tarde.


El tiempo destructor no en vano pasa;

los aleros del patio están en ruinas;

ya no forman allí su leve casa,

con paredes convexas de argamasa

y tapiz del plumón, las golondrinas.


¡Qué silencio el del piano! Su gemido

ya no vibra en los ámbitos desiertos;

los nocturnos y scherzos han huido...

¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido!

¡Misterioso ataúd de trinos muertos!


¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,

ni lirios, ni libélulas de seda,

ni cocuyos de luz, ni mariposas...

Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;

el viento sopla, la hojarasca rueda.


Amiga, tu mansión está desierta;

el musgo verdinegro que decora

los dinteles ruinosos de la puerta,

parece una inscripción que dice: ¡Muerta!

El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!

Perlas negras - V

¿Ves el sol, apagando su luz pura

en las ondas del piélago ambarino?

Así hundió sus fulgores mi ventura

para no renacer en mi camino.


Mira la luna: desgarrando el velo

de las tinieblas, a brillar empieza.

Así se levantó sobre mi cielo

el astro funeral de la tristeza.


¿Ves el faro en la peña carcomida

que el mar inquieto con su espuma alfombra?

Así radia la fe sobre mi vida,

solitaria, purísima, escondida:

¡como el rostro de un ángel en la sombra!

Me besaba mucho

Me besaba mucho, como si temiera

irse muy temprano... Su cariño era

inquieto, nervioso. Yo no comprendía

tan febril premura. Mi intención grosera

nunca vio muy lejos

¡Ella presentía!

Ella presentía que era corto el plazo,

que la vela herida por el latigazo

del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad

quería dejarme su alma en cada abrazo,

poner en sus besos una eternidad.

Si tú me dices "¡Ven!"

Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...

No volveré siquiera la mirada

para mirar a la mujer amada...

Pero dímelo fuerte, de tal modo


que tu voz, como toque de llamada,

vibre hasta el más íntimo recodo

del ser, levante el alma de su lodo

y hiera el corazón como una espada.


Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.

Llegaré a tu santuario casi viejo,

y al fulgor de la luz crepuscular;

mas he de compensarte mi retardo,

difundiéndome ¡Oh Cristo! ¡como un nardo

de perfume sutil, ante tu altar!

jueves, 4 de septiembre de 2008

VIA, VERITAS ET VITA

VIA, VERITAS ET VITA

Ver en todas las cosas
del Espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar,
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡Esperar!
¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.

Mientras, amarlo todo... y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.

Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.

Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: "Ven a mí: soy el Camino,
la Verdad y la Vida.

EL TORBELLINO

EL TORBELLINO

»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;

»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;

»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.

»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?

»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;

»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,

»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»

Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,
y clamé, después de oír
«¡Oh, mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»

SI UNA ESPINA ME HIERE...

SI UNA ESPINA ME HIERE...

¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina hacia más puro
ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¿Qué logran los rencores?
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocado en flor de paz!

RÉQUIEM

RÉQUIEM

¡Oh, Señor, Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este mundo que creaste
con la virtud de tu poder;
porque dijiste: la luz sea,
y a tu palabra la luz fue;
porque coexistes con el Verbo,
porque contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin ayer,
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

¡Oh, Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belén,
por tus angustias en el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo Juez:
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iavéh,
que unes al Padre con el Hijo,
y siendo El Uno sois los Tres;
por la paloma de alas níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro bien:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

EN PAZ

EN PAZ
Artifex vitae artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

EL CELAJE

EL CELAJE

¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "Hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!

¿En que zarzas tu pie divino heriste?
¿Que muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Que nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.

Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.

VIEJO ESTRIBILLO

VIEJO ESTRIBILLO

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh, Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo!
nada más Tú eres cierto, sé Tú mi último Dueño.
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...